El poder de las palabras: Los efectos de etiquetar a niños y niñas

“Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil” – Albert Einstein

A qué padre o madre no se le ha “salido” alguna vez una frase como: ¡que eres porfiado/a!, no seas pesado/a con tu hermano/a, eso te pasa por flojo, no seas egoísta, etc. Y si bien muchas veces las decimos sin una intención real de marcar la vida de nuestros hijos con una “simple” frase, la verdad es que hay evidencia suficiente como para corroborar que las etiquetas no solo pueden hacer sentir mal a los niños y niñas que las reciben sino que además modelan su comportamiento, aportan a la configuración de su arquitectura cerebral, determinan ciertos aspectos claves de su personalidad, y pueden hacer una gran diferencia en el lugar emocional desde el cual ellos/ellas enfrentarán la vida.

Es desde esa mirada que mucho tiene que ver con la disciplina positiva, que deberíamos disponernos a conversar o guiar a nuestros hijos de manera más asertiva y menos impulsiva.

Es un ejercicio de conciencia, en el cual reconocemos que como padres y madres nos aferramos a nuestras propias etiquetas, y desde ahí podemos escoger romper patrones y comprender que en vez de beneficiarlos con una frase que pretende cambiar una conducta, los estamos encasillando en esa conducta que pretendemos cambiar, poniéndoles un sello, que incorporan como parte de sí mismos, reforzado por sus padres. Etiquetar a los niños/as según estereotipos de género o atributos negativos afectan significativamente su autoestima, desarrollo emocional y su desempeño académico.

La evidencia científica detrás de la teoría

Este es un tema que ha sido ampliamente estudiado por expertos en psicología y desarrollo infantil. Uno de ellos y el más conocido es el “El Efecto Pigmalión en el aula” que hace referencia al fenómeno por el cual las expectativas y las creencias que posee una persona influyen directamente en las conductas, en el rendimiento y en los resultados de otra, bien sea de manera positiva, produciendo un alto rendimiento, o por el contrario afectando de manera negativa sobre el mismo, saliendo así perjudicado.

Este término que se manejó en el año 1965 por el psicólogo social Robert Rosenthal a raíz de unos experimentos realizados, finalmente hace énfasis en que las expectativas que los adultos tienen sobre los niños y niñas pueden convertirse en profecías autocumplidas.

A continuación presento ejemplos de la importancia de evitar las etiquetas y cómo estas pueden afectar el desarrollo integral de niños y niñas ya sea en contexto familiar o educativo.

I. Las etiquetas: Una carga

Cuando etiquetamos a niños y niñas, los encasillamos en roles y expectativas que pueden ser difíciles de superar. Algunas etiquetas comunes incluyen “tímido/a”, “agresivo/a”, “portiado/a”, “flojo/a”, “inteligente”, “tonto o tonta”, “poco creativo”, “artista” o “deportista”. Estas categorías simplistas no reflejan la complejidad y diversidad de cada persona, limitando su autopercepción y su potencial.

II. Impacto en la autoestima y confianza

La autoestima y la confianza son fundamentales para el desarrollo saludable de los niños. Si se etiqueta a un niñ@ como “tonto” o “torpe”, es probable que internalice estas creencias y desarrolle una imagen negativa de sí mismo. Esto puede llevar a que se subestime y no se atreva a enfrentar nuevos desafíos académicos o sociales.

III. Limita el potencial académico

Las etiquetas también pueden afectar el rendimiento académico. Un niñ@ etiquetado como que “no tiene habilidades para matemáticas”, solo consigue que como estudiante evite las asignaturas relacionadas con números, perdiendo la oportunidad de desarrollar habilidades en esa área. Las expectativas bajas pueden llevar a un bajo desempeño, creando un círculo vicioso de desinterés y resultados deficientes.

IV. Barreras sociales y de género

Etiquetar a niños y niñas de acuerdo con estereotipos de género refuerza desigualdades y roles preestablecidos. Por ejemplo, decirle a una niña que no es buena en ciencias, simplemente por ser niña, puede desalentar su interés en campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Esto limita sus oportunidades futuras y perpetúa la brecha de género en estas áreas.

V. Crecer sin etiquetas: Un camino forjado por los adultos

Es fundamental que padres, madres y educadores fomenten un ambiente libre de etiquetas y estereotipos. Hoy en día, es esencial promover la diversidad de habilidades y talentos que poseen los niños y niñas. Al ofrecer un espacio donde puedan explorar sin miedo a ser juzgados, los niños desarrollarán su identidad sin restricciones y se sentirán empoderados para alcanzar su máximo potencial.

VI. Fomentando una educación inclusiva

Una educación inclusiva es aquella que valora y respeta la individualidad de cada niño y niña. Los profesores y profesoras pueden alentar a niños y niñas a descubrir sus talentos y habilidades sin prejuicios, abriendo espacios y oportunidades equitativas para aprender y crecer, promoviendo un ambiente de igualdad y respeto.

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