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Los niños no nacen creyendo que los chocolates son un premio

“Enseñar con el ejemplo”, una frase muy conocida y utilizada, porque es cierto y de conocimiento universal, que los niños/as aprenden observando su entorno y a los adultos que están a su alrededor. Pero enseñar a través del ejemplo, aunque parece simple, es un arma de doble filo y exige mucha conciencia sobre nuestros actos como adultos, definir qué queremos que nuestros hijos/as aprendan y modificar, si es necesario, ciertas conductas y hábitos que no queremos transmitir.


De vez en cuando es importante revisar y definir las prioridades.


¿Qué valoramos en nuestra casa? El respeto, la tolerancia, la puntualidad, los turnos para el baño o para ver televisión o usar el computador, los deberes de cada uno, las actividades al aire libre, las notas del colegio, la conducta, el deporte, el tiempo de ocio, la lectura, el tiempo en familia, las noticias, el espacio personal, etc… Hay muchas cosas que podemos valorar, unas por sobre otras, y eso es una tarea importante de establecer porque es lo que transmitimos y enseñamos en la cotidianeidad.


‌Otra pregunta importante de hacernos es, ¿Cómo demostramos ese valor? Esta parte es la más importante, ya que por mucho que digamos que valoramos ciertos actos o conductas, nuestros hijos/as observan la acción, lo que hacemos al respecto. Es en esta acción donde hacemos la diferencia, ¿cómo? Poniéndonos de acuerdo y definiendo ciertas “reglas” para nosotros mismos: ¿Qué regalos le damos a nuestro/s niños/as? ¿Entregamos reforzamiento positivo o no? ¿Qué hacemos cuando hacen algo que no queremos que se repita? ¿Existen los premios en nuestra casa? ¿Y los castigos? Si es así, ¿Cuándo y por qué?


Todas estas preguntas se traducen en ACTOS donde demostramos: qué valoramos, si somos coherentes y consecuentes con lo que decimos, qué esperamos, etc.


‌Los niños no nacen creyendo que los chocolates son un premio. Tampoco nacen pensando que van a recibir premios por las cosas buenas que hagan y castigos por las que no. Menos conocen qué son los premios y castigos. Todo este modelo lo hemos inventado los adultos y la sociedad para poder “controlar” conductas e intentar mostrar que queremos que se repita y qué no.


Pero puede haber muchas inconsistencias e incoherencias en este método porque si no lo pensamos y acordamos, pueden existir grandes diferencias entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Por lo que resulta confuso e incierto para los niños/as las consecuencias que puedan tener sus actos y saber qué esperamos de ellos realmente. Ellos/as necesitan tener estabilidad, seguridad y claridad para poder ser más libres y autónomos.


‌En la práctico esto se reduce a situaciones como, por ejemplo:

1. Situación NOTAS del colegio

  • Pensamos: Ojalá tenga buenas notas, pero no es lo más importante, realmente lo que valoro es el esfuerzo.

  • Decimos: Las notas no son lo más importante, me importa que te esfuerces.

  • Hacemos: Llega con un 7 y le damos un premio / Llega como un 5 y le decimos que para la próxima será mejor.

¿Qué estamos demostrando realmente? ¿Qué tendríamos que hacer para demostrar que valoramos el esfuerzo por sobre las notas?

1. Situación PANTALLAS

  • Pensamos: No quiero que pase su tiempo libre viendo pantallas.

  • Decimos: No me parece que estés pegado a los videojuegos o a las pantallas en tu tiempo libre, hay otras cosas más entretenidas.

  • Hacemos: De regalo de cumpleaños, de navidad, etc. Le regalamos un videojuego, un celular, cosas tecnológicas.

¿Qué estamos demostrando realmente? ¿Qué tendríamos que hacer para demostrar que sí creemos que hay cosas más entretenidas que puede hacer en su tiempo libre?

1. Situación DISCIPLINA en el colegio

  • Pensamos: Es más importante que sea puntual, ordenado/a, respetuoso/a, responsable, etc. A que tenga buenas notas.

  • Decimos: Valoro mucho que seas una persona respetuosa, responsable, puntual, etc. Eso es más importante que las notas.

  • Hacemos: Llega la libreta y solo me fijo en las notas, no hay comentario alguno con respecto a la disciplina.

‌Como estas situaciones, hay muchísimas y es aquí donde podemos hacer la GRAN diferencia. Es aquí donde podemos evidenciar que nuestros niños/as aprenden con el ejemplo y eso podemos usarlo a nuestro favor, pero esto nos exige alinearnos, definir que buscamos, simplificar también nuestras respuestas frente a los actos y así dar estabilidad a nuestro niños/as.

Ningún padre/madre es perfecto, pero en lo personal agradezco infinitamente que los míos hayan tenido muy claro el valor de la lectura, porque en mis recuerdos de niña y hasta hoy, nunca ha existido mejor regalo, premio o panorama que el de ir a una librería y poder escoger el libro que yo quisiera. Y es que efectivamente la frase cliché es real “Una acción vale más que mil palabras” y una seguidilla de acciones consistentes y coherentes más aún.

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